La feria era la fiesta que más gente concentraba en Garrovillas, Venían personas de todos los lugares de la provincia y allende la misma, siendo los pueblos cercanso los que más gente aportaban.
El comienzo oficial era el día de San Mateo, 21 de septiembre. Duraba tres días. Antes de la guerra duraba hasta cuatro. Era una feria eminentemente ganadera, como correspondía a la época, en la que se compraban y vendían toda clase de ganado: cerdos, ovejas, cabras, vacas, mulos, caballos, asnos, etc.
El comienzo oficial era el día de San Mateo, 21 de septiembre. Duraba tres días. Antes de la guerra duraba hasta cuatro. Era una feria eminentemente ganadera, como correspondía a la época, en la que se compraban y vendían toda clase de ganado: cerdos, ovejas, cabras, vacas, mulos, caballos, asnos, etc.
Nuestra Plaza era el epicentro en torno al cual giraba la
feria, como lo había sido el mes anterior con los toros. En ella se asentaban
las atracciones propias de la época, no eran tan sofisticadas y voluminosas
como las de hoy. Solían ser voladoras, columpios, noria, caballitos y a veces
el tren de la bruja.
De todas las fiestas locales, la feria era la que más
agradaba a la infancia. No siempre los niños disponían de la perra gorda, la
peseta o el duro, depende del año, que costaba el viaje.
Por las tardes, la Plaza se ponía de bote en bote de
garrovillanos y forasteros, que se acercaban a ella para pasear y disfrutar del
ambiente festivo. Otro de los alicientes de animación eran los altavoces de las
atracciones que cantaban las canciones de moda en cada momento.
La Avenida de la Soledad, que aún era calleja, se ponía
tan llena de gente que era literalmente imposible dar un paseo desde la Plaza hasta la Soledad.
A raíz de la guerra la feria decayó mucho, se volvió a
recuperar tras los primeros años. Pero ya no fue igual.
Extracto del libro Garrovillas de Alconétar 1940-1960 de Teófilo
Domínguez.
Entre los puestos típicos estaban los de los juguetes que uno de ellos lo regentaba una señora que se conocía como "la portuguesa", los puestos de turrones y otras golosinas eran varios, entre los que hay que destacar el de la familia Cortés, conocida como "tiu Cachuchu" y otros que venían de Castuera como eran "los Garliches", Las varas para el vareo de los árboles (almendros, olivos, etc.) se colocaban apoyadas en la pared del "palacio" mi padre Diego Saavedra ponía un puesto de loza y otras necesidades para la casa y detrás de el se ponían los de los aperos de labranza y para las faenas del campo. Solía venir de vez en cuando algún circo que se colocaba por San Pedro o en el Campo de futbol y algunos también conocimos una caseta que se ponía cerca del corral de concejo y a la que algunos asistían para saciar el apetito que no se quita comiendo. Seguro que Teófilo tiene algunas cosas más así que os recomiendo leer sus libros.
ResponderEliminarSalud,
Julio Saavedra Gutiérrez
¡Ah! se me olvidaba, las casetas de tiros de escopetas y el carrusel.
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