"La mayor tragedia de este siglo es la extinción de la cultura campesina, cultura milenaria e indefensa porque no está registrada en libros, sino en manos de la memoria y la transmisión oral"
Luis Landero

sábado, 16 de marzo de 2013

LA QUESERA



   La majá “majada” era el lugar donde vivía el pastor y su familia. Consistía en una choza recubierta de escobas o bálago, paja desgranada del centeno, que en Garrovillas de Alconétar tenía un diseño especial, distinto al resto de Extremadura, donde el chozo de los pastores con base de piedra o no, siempre era redondo. En Garrovillas este tipo de chozos lo construían los labradores. 
   El porqué tenían esta forma singular hay que buscarla en el hecho de que este chozo era desmontable y se trasladaba cada año al cuarto posido que había de sembrarse al año que siguiente con el fin de estercolarlo. Para ello se cambiaba frecuentemente el corral de “engarillas” de madera donde se resguardaba el ganado. La choza constaba de cuatro partes independientes: dos chozos semicirculares que servían de dormitorios y dos mamparas, anterior y posterior, que componían el zaguán donde se instalaba la cocina. Estas cuatro partes se ensamblaban formando un todo compacto.
   Pero además la majada contaba con el “chiquero” o gallinero, que era un pequeño chozo circular en cuya cumbre se instalaba otro más pequeño que servía de ponedero, la burrera y el corral para las ovejas. La pocilga se situaba más alejada, entre rocas o en cochiqueras construidas de piedra.
   La quesera se instalaba en alguna dependencia de la casa del amo o en alguna casita próxima a ésta. La quesera denominaba tanto la dependencia donde se hacía el queso como  al tiempo y la faena que requería su elaboración. Esta se realizaba siempre en primavera por ser la época propicia para la “pariera” y la cría de los corderos.
   La calidad de los quesos, aunque todos los pastores utilizaban la misma técnica y los mismos utensilios, dependía de la calidad de los pastos, la destreza del pastor, la propia raza de las ovejas y seguramente del tiempo meteorológico. Se decía que dependía de si el pastor era de manos frías o calientes; pero esto, posiblemente, sería una leyenda más como aquella otra que decía que poniendo un cordel a cierta altura alrededor del corral el lobo nunca entraría en el.
   La precariedad económica hacía que el pastor muchas veces tuviera que elaborar sus propios utensilios. Así, por ejemplo, los cinchos para los quesos de cabra, eran de fabricación casera, hechos de madera de higuera que es muy maleable.
   Abril era el mes quesero por excelencia tal como refleja el viejo refrán:
                    “El queso de abril para mí y el de mayo para mi amo”
                                              Leandro Monroy