Teófilo
Domínguez. Garrovillas de Alconétar 1940-1960:
El herrero echaba al fuego unas paladas de carbón de brezo, se colocaba uno de labradores para soplar con los enormes fuelles para que se calentasen bien las piezas colocadas en el fuego. Cuando estaban al rojo vivo, el maestro cogía la pieza con la tenaza en una mano y el martillo en la otra, la colocaba sobre el yunque y a golpearla hasta darle forma. Cuando había gente suficiente, era auxiliado por un par de labradores, con un mallo o martillo grande cado uno. Coordinando sus golpes para no estorbarse.
Las fraguas, como las demás actividades que servían a la agricultura, fueron decayendo en la misma proporción que iban emigrando los labradores y campesinos. Fueron cerrando y solo perduró la que se transformó en taller de carpintería metálica, como la de la familia Cordero en el Santo
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