PIEZA
DEL MES
EQUIPO DE REVELADO DE FOTOGRAFÍA
Este equipo ha sido
compuesto gracias a las donaciones hechas por Julio Saavedra Gutiérrez,
Federico Trullás Figueras y Norberto Díez González. Agradecemos asimismo la
información aportada por Wifredo López Vecino.
Antes de la fotografía
digital, la que ahora hacemos con una pequeña máquina, o con el teléfono móvil
y que podemos ver en un instante, la fotografía requería un largo y minucioso
proceso. Los dispositivos que aquí se muestran son los correspondientes a un
laboratorio de aficionado para revelado de fotografías, normalmente en blanco y
negro, ya que las fotos en color se enviaban a laboratorios especializados. En
uno u otro caso el proceso era muy similar.
Se adquiría un “carrete” (1) en blanco y negro (que solían ser de 36 fotos) se cargaba la cámara
y se comenzaba a disparar, sin que se pudiera ver la foto que acabábamos de
hacer. El carrete era un rollo de celuloide impregnado de una sustancia que se
oscurecía con la luz. La máquina de fotos mantenía a oscuras el carrete, hasta
que se abría el diagrama durante un tiempo determinado. Cuanto más oscuro
estuviera el objeto a fotografiar, mayor debería ser la abertura del diafragma
y deberíamos mantenerlo abierto durante más tiempo (en la mayoría de los casos centésimas
de segundo). En cada foto, la luz reflejada por los objetos claros oscurecían
más la película y, por el contrario los objetos oscuros reflejaban menos luz y
la película permanecía más clara. Por eso se llamaba negativo,
Una vez disparadas las 36
fotos, el aficionado se metía en un cuarto totalmente oscuro y a tientas sacaba
el rollo de celuloide del carrete y lo introducía por las ranuras del tanque para revelado de negativos
(2). Se trata de un recipiente con
una tapa especial que una vez cerrada, permite el llenado y vaciado de líquidos
sin que en su interior entre la luz.
Se cerraba el tanque y se
introducía un líquido revelador
(6), que mantendríamos en su
interior durante un tiempo controlado con el reloj temporizador (3)
y a una temperatura determinada; después se vaciaba, se llenaba con agua para
eliminar sobrantes, se volvía a vaciar y a llenar, esta vez con un líquido fijador (6) y finalmente se volvía a lavar. Después
se colgaba a secar, sujeto por una pinza.
El negativo estaba revelado;
ya se podía dar la luz y comprobar el aspecto de nuestro trabajo. Si las
imágenes eran nítidas cabía esperar un buen resultado final, de lo contrario se
habrían perdido 36 ilusiones.
Actualmente las fotos están
en un archivo, y para tenerlas en un papel y enmarcarlas, es necesario imprimirlas.
En la fotografía “clásica” había que proyectar la imagen contenida en el
negativo sobre un papel especial que estaba impregnado de una capa que se
oscurecía con la luz: Cuanto más luz recibiera más oscuro se pondría. Así las
zonas más oscuras del negativo (que correspondían a los objetos reales más
claros) quedarían menos iluminadas en el papel y se oscurecerían menos, devolviendo
así a la imagen su contraste real. La imagen
quedaba “positivada”.
Este proceso solo se podía
hacer con la luz que daba una lámpara
roja (9).
Se elegía la foto a
positivar, y se introducía en el portanegativos de la ampliadora (4). Se proyectaba la imagen sobre la recuadradora (5), y se enfocaba desplazando la ampliadora hacia arriba o hacia abajo y
girando su objetivo. De nuevo era como hacer otra foto,
esta vez sobre el papel, porque como al principio, había que calcular la
abertura del diafragma del objetivo y el tiempo de exposición. Del buen ojo del
fotógrafo y de su experiencia, dependía que el resultado se consiguiera con
mínimos intentos. Se sacaba el papel fotográfico (8) del sobre o de la caja donde se guardaban envueltos en papel
negro para evitar la luz y se colocaba en la recuadradora y sobre él se
proyectaba el negativo.
Ahora había que hacer otro
proceso de revelado-lavado-fijado-lavado, similar al que se hizo con el
negativo. Para ello había que utilizar cubetas,
pinzas, probetas y termómetros (7).En
cada cubeta había un líquido diferente y el orden era fundamental para evitar
confusiones y perder todo el trabajo.
Después de lavada la foto se
ponía a secar en la esmaltadora-secadora
(10), que dispone de una plancha de metal pulido, sobre la que se
ponían, boca a abajo, las fotos que se quería que tuvieran brillo.
Finalmente los negativos se
cortaban en tiras de unos 20 centímetros y se guardaban en sobres-porta-negativos (11)
donde permanecían protegidos.