Tiempo de aceitunas
Se sabe que fueron muchos los miles
de olivos que hubo en el término municipal. Varios concentrados en torno al
casco urbano, en los huertos y ejidos. Había algunos olivares aislados y olivos
sueltos. Un lugar donde abundaban los
olivos era en la Dehesa. Pero una gran parte de estos, situados en los riberos
del Tajo, fueron anegados por las aguas…
Las aceitunas de cogían como siempre.
Se vareaban con las varas y se apañaban con la mano. No había la más mínima
tecnología. Esto hacía que el olivar no fuera muy rentable.
No requería mucho esfuerzo físico, pero el frío
era un enemigo difícil de superar. En las mañanas invernales con la helada,
tanto fuese por la hierba o por el sembrado, los dedos se quedaban
engarrotados.
A medida que se recogían la aceituna, se
llevaba cada día a los molinos locales. De depositaban en las trojes. Había
muchas y estaban numeradas. Años
después, cuando estos molinos dejaron de trabajar, se llevaba al almacén de
algún comprador que la exportaba fuera a almazaras más modernas. Uno de ellos
estaba situado en la Av. de la soledad, 16. Otro en la C/ San Francisco, 20.
Estos dejaron de trabajar a finales de los 40. El tercero estaba en la calleja
del Cuartel. Cesó su actividad allá por el año 1952.
Las olivas suponían un pequeño
complemento en la dieta garrovillana. Era
habitual que en las familias se rajaran unos kilos y se endulzaran en una olla.
También se adobaban
A finales de los 50 o principios de
los 60, no puedo precisarlo bien, David Montero montó una almazara más moderna
en la Avenida de Colón junto al Cine de Verano. Pero duró poco.
Según alguno mayores, la cosecha local de
aceite en aquellos años era variable, pero podía oscilar entre las 25 y 50
toneladas, para lo cual se necesitaban como mínimo entre 120 y 220 toneladas de
aceitunas. O sea, un rendimiento entre el 22 y el 23 %
Extracto del libro: GARROVILLAS DE ALCONÉTAR 1940-1960.
Teófilo Domínguez Declara