Cuan lejos queda ya aquella laguna, propiamente dicha, a la que acudían nuestros tatarabuelos a que abrevaran las caballerías y el ganado en general. Pero la expansión urbana de la villa por esta zona, convirtió la charca en lugar infecto e incompatible con una habitabilidad confortable. Así que las autoridades optaron por desecarla en abril de 1886. Esto originó mucha oposición y fuertes protestas. Una vez urbanizado el lugar, fue bautizado como Plaza Nueva, pero pocos años después, en 1892, se cambió el nombre por el de Colón, pero estos nombres nunca cuajaron, y hoy, en plenos siglo XXI, sigue siendo LA LAGUNA, con mayúsculas.
A lo largo
de los años se ha ido transformando hasta llegar a la urbanización actual. En
la veintena que estudiamos, hubo dos innovaciones, la colocación del petril
granítico, las populares canterías, que se realizó en 1940 y la plantación de
las palmeras en la década de los 50. Ya no habría más reformas hasta la
democracia.
Si bien la
Plaza, es el Ágora histórica, la Laguna es la lúdica y de recreo por
excelencia, aunque ambas tiene las dos cosas.
A las
personas mayores de hoy, que vivieron aquellos años, les recuerda la difícil infancia,
cuando acudían allí con una perra gorda y poco más, a comprar alguna chuchería
a las vendedoras de turno…
La Laguna,
era algo más que todo esto. Allí se han concentrado
siempre los principales bares locales, los bailes y los cines en sus
inmediaciones. Los domingos y festivos allí acudía todo el mundo. Unos a los
bares, otros a pasear, a formar corros de tertulias o simplemente a merodear.
Cuando la
Laguna estaba más animada, era durante las tardes festivas. En el interior se
daban cita los enamorados y toda la juventud en general.