La majá “majada” era
el lugar donde vivía el pastor y su familia. Consistía en una choza recubierta
de escobas o bálago, paja desgranada del centeno, que en Garrovillas de
Alconétar tenía un diseño especial, distinto al resto de Extremadura, donde el
chozo de los pastores con base de piedra o no, siempre era redondo. En Garrovillas
este tipo de chozos lo construían los labradores.
El porqué tenían esta forma
singular hay que buscarla en el hecho de que este chozo era desmontable y se
trasladaba cada año al cuarto posido que había de sembrarse al año que
siguiente con el fin de estercolarlo. Para ello se cambiaba frecuentemente el
corral de “engarillas” de madera donde se resguardaba el ganado. La choza
constaba de cuatro partes independientes: dos chozos semicirculares que servían
de dormitorios y dos mamparas, anterior y posterior, que componían el zaguán
donde se instalaba la cocina. Estas cuatro partes se ensamblaban formando un
todo compacto.
Pero además la majada
contaba con el “chiquero” o gallinero, que era un pequeño chozo circular en
cuya cumbre se instalaba otro más pequeño que servía de ponedero, la burrera y
el corral para las ovejas. La pocilga se situaba más alejada, entre rocas o en
cochiqueras construidas de piedra.
La quesera se
instalaba en alguna dependencia de la casa del amo o en alguna casita próxima a
ésta. La quesera denominaba tanto la dependencia donde se hacía el queso
como al tiempo y la faena que requería
su elaboración. Esta se realizaba
siempre en primavera por ser la época propicia para la “pariera” y la cría de
los corderos.
La calidad de los
quesos, aunque todos los pastores utilizaban la misma técnica y los mismos
utensilios, dependía de la calidad de los pastos, la destreza del pastor, la
propia raza de las ovejas y seguramente del tiempo meteorológico. Se decía que
dependía de si el pastor era de manos frías o calientes; pero esto, posiblemente,
sería una leyenda más como aquella otra que decía que poniendo un cordel a
cierta altura alrededor del corral el lobo nunca entraría en el.
La precariedad económica
hacía que el pastor muchas veces tuviera que elaborar sus propios utensilios. Así, por ejemplo, los cinchos para los quesos
de cabra, eran de fabricación casera, hechos de madera de higuera que es muy
maleable.
Abril era el mes
quesero por excelencia tal como refleja el viejo refrán:
“El queso de abril
para mí y el de mayo para mi amo”
Leandro Monroy